la bruja enamorada
La oscuridad se había adueñado del cielo. Tan solo una luna joven parecía invadir el territorio noctámbulo. En el bosque, las frondas eran sacudidas con fiereza por un aire hostil. Y en la rama fornida de un abedul, una nigromántica intentaba conjurar un potente hechizo para que un caballero apuesto le correspondiera. En anteriores oportunidades, la pécora había fallado. En su enésima intentona, tenía en su poder no solo los ingredientes que había utilizado las diez noches anteriores: una hebra de cabello, una gota de sangre y un trozo de tela de su guardarropa; además del añadido, una muela. Esa misma tarde, la bruja se había valido de sucias artimañas, en complicidad con la compañía de hechiceros de la que era miembro insigne. Con las argucias pudieron extraerle la muela al dandi. Éste, después de la traumática extirpación, le sobrevino una fortísima hemorragia que lo postró en cama durante las siguientes horas. Pero este “pequeño” detalle no le fue referido a la bruja. Mientras tanto, ella, usando su variopinto repertorio de sortilegios, se entregó a un éxtasis febril invocando a los espíritus. Ante la obstinada persistencia, las ánimas respondieron:
—El amor puede ser mortífero. Nos invocas en tu desesperación ¿Estás dispuesta a seguir a ese hombre a donde vaya, con tal de conseguir su amor?
A lo que ella contestó:
—Juro ante ustedes, espíritus de poder y sabiduría, que lo seguiré hasta los confines de la tierra.
—Pues ve…te enviamos con él, bruja terca.
Autora: Alejandra Sanders
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